¡Ni una palabra de dolor blasfemo!Sé altivo, sé gallardo en la caída,y ve, poeta, con desdén supremo
todas las injusticias de la vida.
No busques la constancia en los amores,no pidas nada eterno a los mortales,y haz, artista, con todos tus dolores,excelsos monumentos sepulcrales.
En mármol blanco tus estatuas labra,castas en la actitud aunque desnudas,y que duerma en sus labios la palabray se muestren muy tristes… ¡pero mudas!
¡El nombre!… Débil vibración sonoraque dura apenas un instante. ¡El nombre!…¡Ídolo torpe que el iluso adora,última y triste vanidad del hombre!
¿A qué pedir justicia ni clemencia-si las niegan los propios compañerosa la glacial y muda indiferenciade los desconocidos venideros?
¿A qué pedir la compasión tardíade los extraños que la sombra esconde?Duermen los ecos en la selva umbríay nadie, nadie a nuestra voz responde.
En esta vida el único consueloes acordarse de las horas bellasy alzar los ojos para ver el cielo…cuando el cielo está azul o tiene estrellas.
Huir del mar y en el dormido lagodisfrutar de las ondas el reposo.Dormir… soñar… El sueño, nuestro mago,es un sublime y santo mentiroso.
¡Ay! es verdad que en el honrado pechopide venganza la reciente herida,pero… perdona el mal que te hayan hecho¡todos están enfermos de la vida!
Los mismos que de flores se coronan,para el dolor, para la muerte nacen…Si los que tú más amas te traicionan¡perdónalos, no saben lo que hacen!
Acaso esos instintos heredarony son los inconscientes vengadoresde razas o de estirpes que pasaronacumulando todos los rencores.
¿Eres acaso el juez? ¿El impecable?¿Tú la justicia y la piedad reúnes?¿Quién no es fugitivo responsablede alguno o muchos crímenes impunes?
¿Quién no ha mentido amor y ha profanadode un alma virgen el sagrario augusto?¿Quién está cierto de no haber matado?¿Quién puede ser el justiciero, el justo?
¡Lástimas y perdón para los vivos!Y así, de amor y mansedumbre llenos,seremos cariñosos, compasivosy alguna vez, acaso, acaso buenos!
¿Padeces? Busca a la gentil amante,a la impasible e inmortal belleza,y ve apoyado, como Lear errante, en tu joven Cordelia: la tristeza.
Mira: se aleja perezoso el día.¡Qué bueno es descansar! El bosque oscuronos arrulla con lánguida armonía…El agua es virgen. El ambiente es puro.
La luz cansada, sus pupilas cierra;se escuchan melancólicos rumores,y la noche, al bajar, dice a la tierra:«¡Vamos, ya está… ya duérmete, no llores!»
Recordar… Perdonar… Haber amado…Ser dichoso un instante, haber creído…Y luego… reclinarse fatigadoen el hombro de nieve del olvido.
Sentir eternamente la ternuraque en nuestros pechos jóvenes palpita,y recibir, si llega, la ventura,como a hermosa que viene de visita.
Siempre escondido lo que más amamos,siempre en los labios el perdón risueño;hasta que al fin ¡oh tierra! a ti vayamoscon la invencible lasitud del sueño.
Esa ha de ser la vida del que piensaen lo fugaz de todo lo que mira,y se detiene, sabio, ante la inmensaextensión de tus mares ¡oh mentira!
Corta las flores, mientras haya flores;perdona las espinas a las rosas…¡También se van y vuelan los dolorescomo turbas de negras mariposas!
Ama y perdona. Con valor resistelo injusto, lo villano, lo cobarde…Hermosamente pensativa y tristeestá al caer la silenciosa tarde.
Cuando el dolor mi espíritu sombreabusco en las cimas claridad y calma,y una infinita compasión albeaen las heladas cumbres de mi alma.
...Manuel Gutierrez Nájera
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